Dime cómo vives y te diré cómo es tu piel

La manera en que vives puede ser determinante para la buena o mala salud de tu piel. Descubre qué debes hacer para tener una dermis saludable y radiante.

La predisposición a un tipo de piel concreto viene determinada, en parte, por condicionantes como la genética, las características del ambiente, los hábitos del día a día, la alimentación, etc. Cada uno de estos arquetipos, exige una serie de cuidados y productos específicos que se deben aplicar a diario para mantener a raya los problemas que los caracterizan.

Aun así, una dermis bonita y cuidada va más allá de cualquier tipología. La piel es el órgano más extenso del cuerpo y, como tal, es el fiel reflejo de lo que pasa en su interior. En este sentido, todas las rutinas de belleza que llevemos a cabo serán inútiles si existen otros problemas orgánicos. Olvidamos la clasificación tradicional e imponemos una más novedosa y realista entre pieles sanas/radiantes y pieles frágiles/desmejoradas.

Alimentos para la piel

Piel sana en cuerpo sano: los elementos que “enferman” la dermis

  • Mala alimentación. Somos lo que comemos. Por eso, cuando no seguimos unas pautas de alimentación correctas, sus efectos se hacen notar en el organismo. Cuando la piel está apagada, envejecida, reseca, etc, puede indicar que la dieta que se está siguiendo no es la correcta.
  • Hidratación insuficiente. Los médicos son claros: se debe beber, al menos, unos ocho vasos de agua al día. Cuando el aporte de este líquido es el adecuado, sus efectos son notables dentro y fuera del organismo. La piel luce más suave y natural. Si, además, se completa con la aplicación diaria de una crema corporal de farmacia, la hidratación está más que asegurada.
  • Higiene incompleta. Sobre todo, en la piel del rostro. El cutis se debe limpiar por la mañana y por la noche y, sin ninguna excusa, eliminar cualquier rastro de maquillaje antes de acostarse. Y, para realizar la rutina correcta, es importante elegir el dermocosmético específico para cada tipo de piel. Cada uno incluye la fórmula necesaria con la que cubrir carencias e imperfecciones.
  • Falta de descanso. La noche es el tratamiento de belleza más efectivo. Mientras dormimos, el organismo pone el contador a cero, después de haber realizado un proceso de regeneración de células. Si no dormimos lo suficiente, el cuerpo no podrá completar la transformación.
  • Protección solar. El sol y los rayos UVA son los grandes enemigos de la dermis. Exponerse a ellos sin ningún tipo de protección es un paso seguro hacia el envejecimiento prematuro de la piel.
  • Hábitos de vida poco recomendables. El consumo excesivo de alcohol, el tabaquismo, el sedentarismo… Hay algunas rutinas sociales que, no por su aceptación, son más sanas o aconsejables. Un tono de piel cetrino y la sequedad son algunas de las características de la dermis afectada por este tipo de costumbres.

Los mejores cuidados de la piel y los más fructíferos son los que parten del equilibrio en todas las facetas del día a día.

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