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¿Cómo combatir los efectos en tu piel por el uso prolongado de las mascarillas?

El uso de la mascarilla se ha convertido en poco tiempo en una obligación para todos, un elemento indispensable tanto en espacios públicos como en lugares al aire libre. En estos momentos resulta indispensable respetar las medidas de seguridad ante la amenaza de un posible rebrote, lo que significa que hacer uso de la mascarilla es vital.

Sin embargo, a pesar de que nos brinda la protección más efectiva contra el virus, implica ciertos riesgos para nuestra piel que no debemos pasar por alto.

Alergias por contacto

En primer lugar, es importante afirmar que esa posible incompatibilidad entre las mascarillas y el calor no existe, el uso de este tipo de protección no es incompatible con ninguna estación del año. La persona que no presente ningún tipo de alergia no tiene por qué desarrollarla como consecuencia del uso de la mascarilla. Sin embargo, en aquellas personas que sí sufren de alergia, es más probable que aparezcan eccemas por las gomas y los metales que lleva incorporados.

Enfermedades de la piel

Si nuestra piel ha desarrollado en algún momento enfermedades como la rosácea o algún tipo de dermatitis atópica o seborreica, el uso de este sistema de protección tiende a empeorarlas. La mejor manera de prevenirlo es cuidando constantemente nuestra piel aplicando cremas faciales regeneradoras con los componentes calmantes e hidratantes necesarios.

Se recomienda poner la crema una hora antes de utilizar la mascarilla y, si no es posible, evitar productos que dejen humedad bajo la tela. Cuando termine el día, debe realizarse la rutina habitual de limpieza facial para preparar la piel para la agresión de la siguiente jornada.

También debemos darle importancia a la limpieza de la piel. Bajo la mascarilla se acumula sudor, la grasa de la propia piel, la suciedad, el maquillaje… Y no tener los poros limpios puede obstruirlos y dar lugar a granitos o brotes de acné. Si limpiamos bien nuestra piel cada vez que nos quitemos la mascarilla y cogemos la rutina, evitaremos este tipo de imperfecciones.

Lesiones por compresión

El uso inadecuado de algunos tipos de mascarillas también puede acarrear ciertas lesiones en la cara. Si la llevamos muy apretada es muy posible que con el paso del tiempo aparezcan erosiones en las orejas y lesiones en los pómulos. Por eso es tan importante elegir el tipo de mascarilla que mejor se adapte a nuestro rostro, uno con el que nos sintamos cómodos y podemos llevarlo puesto durante largos periodos de tiempo.

Sudoración y excesos de humedad

Uno de los efectos secundarios que puede desencadenar el uso prolongado de la mascarilla (por ejemplo, en el puesto de trabajo) es un exceso de humedad, teniendo en cuenta que en verano sudamos más, nuestros poros se abren más y nuestro aliento de por sí ya genera mucha humedad.

En estos casos, lo ideal para evitar la aparición de irritaciones, eccemas o granitos en toda la zona cubierta por la mascarilla es hacer un descanso cada hora o cada dos horas para ventilar el rostro unos minutos en los casos en que sea posible, y cambiarla por una nueva cada cuatro horas.

Y, por último, ¡no olvidemos la protección solar! Parece que al llevar parte de nuestra cara tapada nos protegemos de la radiación, pero la realidad es justo lo contrario. Tanto en las zonas expuestas al sol como en las zonas cubiertas por la mascarilla es importante la aplicación de una crema protectora, especialmente en aquellas partes en las que más incide el sol, como puede ser la frente. De esta manera evitaremos la aparición de manchas y rojeces. También el contorno de ojos es una zona muy sensible y mucho más fina que el resto del rostro, así que prestemos atención a estos detalles para evitar males mayores.

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