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Cómo lograr un bronceado sin dañar la piel

Cada vez es más amplia la información de la que disponemos sobre los efectos nocivos del sol en nuestra piel. Sin embargo, todavía nos planteamos cuestiones como ¿si utilizo un factor de protección solar alto me pondré morena?, ¿pasará algo si uso un factor de protección más bajo que el que mi piel necesita? Preguntas de este tipo pierden importancia cuando se aprende a broncear la piel aprovechando los beneficios que proporciona el sol y evitando sus efectos dañinos.

Lo más importante es utilizar siempre protección e hidratar la piel después de cada exposición, esta será la mejor defensa contra este tipo de agresiones. Nuestra piel debe estar flexible, suave, manteniendo la estructura epidérmica sana. Pero ¿cómo podemos conseguir esto?

Hidratación adecuada

Médicos y dermatólogos siempre han recomendado beber mucha agua, entre un litro y medio y dos litros al día, pero en verano es cuando más conviene mantener esta ingesta e incluso aumentarla. Se trata de una época en la que, como consecuencia de la exposición a la radiación solar, la sudoración y la consecuente deshidratación pueden tener efectos perjudiciales en nuestra piel. Consumir alimentos que contienen altos porcentajes de agua como la sandía y evitar las duchas de agua caliente también ayudarán a evitar la deshidratación.

Protección solar

Además de beber agua, el cuidado directo sobre la piel también es muy importante. Siempre se debe utilizar el protector solar, independientemente de si es la primera vez que se toma el sol, si sólo será durante unos minutos, o si la piel ya ha estado expuesta al sol previamente. Con la correcta aplicación del protector lograremos un bronceado cuidado y saludable. Lo primero es buscar un FPS (Factor de Protección Solar) acorde a cada tipo de piel y apto para cuerpo y rostro y, después, la clave para broncear la piel sin dañarla es exponerse al sol de forma paulatina.

Un bronceado perfecto será el resultado de permanecer bajo el sol siempre evitando las horas más intensas y graduar las sesiones aumentando el tiempo de exposición poco a poco (se puede empezar con media hora el primer día, una hora al día siguiente y así sucesivamente). Si desde el primer día permaneces durante un periodo prolongado bajo el sol, o te expones durante las horas más intensas, lejos de lograr ese moreno que buscas las consecuencias pueden resultar muy perjudiciales.

Crema hidratante

Puesto que el sol puede resecar la dermis y volverla sensible, es importante hidratar la piel después de cada exposición. Darse una ducha después de haber estado tomando el sol ayudará a eliminar los restos de protector que hayan quedado adheridos a nuestra piel, y una vez que ésta esté limpia y seca se debe aplicar una crema hidratante. El objetivo de este procedimiento es calmar la piel y evitar la irritación después de la radiación, además de aportar las sustancias necesarias contenidas en la crema para que no se produzcan lesiones cutáneas.

Alimentación saludable

Para que la piel quede bronceada sin sufrir ningún daño, un complemento ideal son los alimentos que consumimos. Hay componentes como el betacaroteno (presente en las zanahorias) o el alfacaroteno (en maíz, brócoli y kiwi) que son excelentes potenciadores del bronceado. Además, con la Vitamina C y la Vitamina E no solo lograremos un tono bronceado en la epidermis evitando la descamación de la piel, sino que además ayudaremos a reforzar las defensas cutáneas frente a los efectos perjudiciales del sol.

Siguiendo estas recomendaciones lograrás un bronceado bonito, rápido y proporcionando a tu piel la protección que necesita para no sufrir daños como consecuencia de la radiación solar.

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