Con la llegada del verano exponemos la piel al sol, a veces en exceso, y por lo general no somos conscientes del peligro que supone para la piel si no la protegemos adecuadamente.
Los especialistas insisten en lo nocivos que pueden llegar a ser los rayos ultravioletas tanto a nivel estético como de salud, ya que una exposición solar sin la correcta protección favorece la aparición de arrugas, estropea la piel y, sobre todo, eleva el riesgo de padecer cáncer de piel.
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¿Qué es el cáncer de piel?
El cáncer de piel es un tipo de tumor frecuente que se produce por un crecimiento descontrolado de las células cutáneas alteradas por la radiación ultravioleta. La exposición a los rayos UV causa la mayoría de los casos de melanoma, que es el tipo de cáncer de piel más mortal. Por eso, con mayor frecuencia suele manifestarse en la piel expuesta, no obstante, también puede aparecer en zonas que no han estado expuestas.
En cuanto a las personas que lo padecen, cualquiera que tenga antecedentes de exposición excesiva al sol puede desarrollar cáncer de piel, aunque quienes más riesgo corren son aquellos con piel clara (más propensa a las quemaduras solares y menos tolerantes con el sol), cabello rubio o pelirrojo y ojos claros. Es decir, existen determinados fototipos que son más vulnerables que otros.
También, y aunque para muchos esto sea algo desconocido, las personas que se someten periódicamente a sesiones con las lámparas de las cabinas bronceadoras tienen más riesgo de contraer cáncer de piel porque, aunque no lo parezca, se añaden los daños potenciales de una fuente artificial de rayos UV.
Por todo ello, a pesar de que con el verano, el sol y el aumento de las temperaturas nos gusta aprovechar para disfrutar nuestro tiempo al aire libre, hay que tener precaución máxima. El daño que provoca la radiación ultravioleta se va acumulando a lo largo de nuestra vida, y ya sabemos que nuestra piel tiene memoria, de ahí la importancia de evitar exposiciones excesivas.
Prevención del cáncer de piel
La prevención es básica para este tipo de cáncer, especialmente si tenemos en cuenta que se estima que cuatro de cada diez españoles tendrán cáncer a lo largo de su vida. Siendo una enfermedad más frecuente de lo que piensa la población en general, la prevención, la detección y el diagnóstico precoz resultan vitales para hacerle frente.
Para prevenir el cáncer de piel hay que recordar y tener presente que la exposición de forma inadecuada y excesiva a la radiación ultravioleta es el principal factor de riesgo de este tipo de cáncer.
Por tanto, utilizar protección solar y evitar la exposición durante un tiempo prolongado puede reducir el riesgo de desarrollar cáncer de piel, sobre todo en personas con pieles sensibles cuyo fototipo cutáneo es bajo.
Estas medidas de precaución referentes a limitar la exposición solar para evitar la aparición de quemaduras cobran especial importancia en los jóvenes, pues una protección solar adecuada durante los primeros 15 años de vida reduce el riesgo de cáncer de piel en un 70%.
La Fundación Piel Sana, que pertenece a la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), y la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) recomiendan la adopción de ciertas medidas de protección, especialmente en la época estival, aunque algunas de ellas deberían mantenerse durante todo el año.
- Mantener una correcta fotoprotección adecuada al fototipo de la piel de cada uno y aplicar dicho protector de forma abundante antes y durante la exposición.
- Tratar de no permanecer bajo el sol durante periodos prolongados y evitarlo, especialmente, en las horas centrales del día (entre las 12:00 y las 16:00h).
- Saber cómo protegerse del sol, buscar zonas de sombra y, además de utilizar fotoprotector en crema o loción, utilizar fotoprotectores físicos que ejerzan de barrera frente a la radiación: sombreros, gorras, gafas de sol y camisas/pantalones de manga larga en caso de ser necesario.
- Limitar la exposición en los salones de bronceado y evitarlo en edades tempranas.
¿Cómo se detecta el cáncer de piel?
Los signos más comunes del cáncer de piel son los cambios como la aparición de un bulto nuevo, tener una llaga que no llega a sanar o un lunar que ha cambiado de aspecto. Para evitar esto es importante realizar una autoexploración de la piel de forma periódica. Si conocemos nuestras manchas y en algún momento notamos algún cambio en una de ellas, podremos acudir al dermatólogo y detectar el problema a tiempo.
Según la AECC la forma más estandarizada de entender los signos de advertencia y poder distinguir un lunar normal de un melanoma es seguir la regla del ABCDE:
- A (Asimetría): la mitad de un lunar no es igual que la otra mitad, es decir, tiene forma irregular o partes que se ven muy diferentes.
- B (Bordes irregulares): el lunar o la mancha presenta bordes desiguales, irregulares, dentados o borrosos.
- C (Color): se dan varios colores diferentes en la lesión. Hay que tener en cuenta que los más peligrosos son los rojizos, blanquecinos y azulados sobre lesiones de color negro.
- D (Diámetro): en este caso el lunar mide más de 6 milímetros o aumenta de tamaño (superior a los 6 mm).
- E (Evolución): si el lunar ha experimentado cambios en cuanto a su tamaño o forma en las últimas semanas o en los últimos meses.
Ya que la piel es un órgano que podemos ver, y por tanto identificar los cambios o alteraciones que se presenten de forma fácil y sin necesidad de pruebas complejas o agresivas, es muy importante que nos ayudemos con esta guía para el diagnóstico precoz del cáncer de piel. Además, si se detecta de forma temprana, cuando aún no se ha extendido o invadido en profundidad, se podrá realizar un tratamiento más eficaz y menos agresivo.
Para poder identificar estos signos y detectar a tiempo un melanoma es fundamental conocer nuestro cuerpo, los lunares, las marcas de nacimiento y las áreas pigmentadas, para posteriormente poder hacer un seguimiento de su evolución a lo largo del tiempo y observar si cambian de tamaño, forma, color… En este sentido, la autoexploración debería ser un hábito adquirido y llevado a cabo de manera rutinaria, y dos o tres veces al año de forma más detallada.
A pesar de que el melanoma es más habitual en zonas que han sido fotoexpuestas (cara, brazos o piernas), también puede darse en otras zonas del cuerpo, incluso donde no incide el sol, por eso también hay que prestar atención a los pliegues, las plantas de los pies y zonas que son más difíciles de ver y proteger la piel del sol durante todo el año.